domingo, 24 de julio de 2016

Aunque te cueste las alas, aprenderás a volar (Danilo Valencia)

"Sería injusto decir que Félix estaba obsesionado con el tiempo. Pero la vida difícilmente es justa: Félix estaba obsesionado con el tiempo. Llevaba poco más de un mes pensando diario en la posibilidad de regresar. Soñaba que lo lograba. Veía películas en donde era posible. Leía sobre agujeros negros y viajes interestelares. De pronto, mientras mordía una hamburguesa doble con queso y tocino, se dio cuenta: nunca lo lograría. El viaje sería, era y fue siempre hacia adelante, desde hacía quién sabe cuánto. Tal vez desde siempre. Y así, si llevara viajando en el tiempo desde un punto sin referentes, tal vez en algún momento regresaría, sólo hacía falta esperar. Pensó en un círculo. Mordió otra vez y pensó en otra cosa".
Félix, de cuarenta años, se encuentra de espaldas con una obsesión que no cambiará nada, ni a él ni al mundo: regresar en el tiempo. Sin nada que perder --nunca ha ganado nada, tampoco--, el protagonista de esta historia se encuentra en el camino de un azar lleno de causas ajenas a su comprensión, hasta que un día decide darle una ruta distinta a su destino, sin éxito. Esta historia circular, sin principio ni final, ilustra el sinsentido de la vida vivida por inercia, llevada al colmo del absurdo por quien quiere aprender a ser diferente, un poco demasiado temprano, un poco demasiado tarde.
"Quizás mi destino sea este --pensó Félix--: encontrarme de espaldas con mi destino una y mil veces, al caminar o dejar de hacerlo, y no poder (no querer) hacer nada para cambiar este viaje en círculos que bien podría ser una espiral".

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