domingo, 24 de julio de 2016

Fango revuelto (Lázaro Ochoa)

"Pasó, así, un año, y llegué a una conclusión que no compartí con nadie. Estaba igual de feliz o infeliz que hacía una vuelta al Sol; no era posible calcularlo, pero así me sentía. Me di cuenta de que, de haber estado en la posición en la que estuve entonces, sufriría por algo más. Mis motivos para estar bien o mal eran distintos, pero mi bienestar y malestar eran los mismos. De haber tenido trabajo entonces, me habría quejado por no tener algo más (no sé qué), así como disfruté de algunas otras cosas que ahora me faltaban. Ahora me quejaba igual que entonces, y disfrutaba igual que entonces, pero colocado en una posición muy diferente. Concluí, pues, que la vida es una ecuación de suma cero, que no es posible limpiarse el fango de la cara sin ensuciarse las manos".
Cuando el alma se ensucia nadie lo ve, pero cualquiera pueden sentirlo. A través de un viaje con un año de duración, el protagonista de esta historia que llega directo al corazón de quien en algún momento se ha perdido encontrando, narra la "limpieza" a la que se ve sometido cuando intenta escapar de su propia sombra, transfiriendo el peso de una pierna a la otra, caminando, avanzando...
"Guardé, por fin, silencio. Me maravillé como quien mira por vez primera el mar. Había llegado el momento de aprender a escuchar".

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